Si el fútbol es una fábrica de ilusiones que renueva su stock ante cada comienzo de torneo, es inútil navegar en contra de esa corriente. Pero después, cuando la pelota empieza a rodar, todo está igual, y vuelve la sorda lucha entre la cruel realidad y esa pura ilusión del hincha. Se ve en cancha de Defensores cada domingo.
Pasan los partidos, pasan los torneos y lo único que queda es la ilusión de que nuestro fútbol mejore; la ilusión de descubrir algún pequeño crack que nos invite a soñar y la ilusión de que algún día la gente se identifique con algún equipo para no ver las canchas semivacías con jugadores que, por poco, no tienen ni a quien dedicarle su gol. Ese que tanto esfuerzo les cuesta…
Se sabía que la mayoría de los equipos habían dejado una imagen desdibujada en el último torneo. Se sabía que los entrenadores habían quedado desacomodados tras los últimos rendimientos de unos equipos que nunca terminaron de encontrar su identidad. Se sabía que no habían sido demasiados los refuerzos.
Nada importó. A priori, la ilusión volvió a ser grande. Los incondicionales de siempre volvieron a las tribunas…perdón, volvieron con sus autitos para brindar su apoyo pese a todo.
La ilusión se transformó en un apoyo incondicional para unos pocos.
Sí, así funcionan los códigos futboleros. Y los de Bancruz, Boxing e Independiente (protagonistas de los últimos dos torneos) no fueron menos. Pero la contestación, desde la cancha salió diferente.
En el cruce de la realidad y la ilusión, volvió a ganar la realidad. Los partidos fueron sólo una floja confrontación, complicada con juego brusco y deslealtades.No resultó diferente la primera experiencia en ningún caso. Esos pocos incondicionales abrigaban una ilusión doble: ver el progreso de su equipo y ratificar la proyección de algún crack que siempre hay en cada club, la joyita que asoma de a poquito….
Ni una cosa ni otra ocurrieron sobre los tórridos campos de Defensores y Ferro. Y la desilusión quedó expresada con los comentarios del final.
Algunos hasta se van conformes con el empate. Aunque sepan que sumar de a uno no sirve para la estadística general. Porque uno está más cerca de cero que de tres, diría con razón Pitágoras.En la última fecha, sufrieron los de Boca y los de Hispano. Y festejaron los de Bancruz, los de Independiente y Ferro, aunque el tamaño de las ilusiones sean diferentes. El torneo parece estar en manos de Bancruz nuevamente, aunque Independiente y Boxing no se resignen porque al fin y al cabo el campeón, en este caso, nunca saca una gran diferencia y para pelear alcanza con tener un equipito mas o menos armadito y un poco de estado físico.
A fin de cuentas, lo mejor del fútbol es el sentimiento que alberga. Y una prueba se dio en cancha de Ferro, el domingo. Después de anotar el segundo gol del partido ante Estrella Norte (luego anulado), Mariano Matus y los jugadores del Boxing celebraron hacia su tribuna con tanta pasión y énfasis que a todos nos dio ganas de que atrás del arco hubieran habido más que sólo unas 20 personas que miraban cómodamente sentadas y apenas gritando el gol..
Sin embargo, son díscolas las ilusiones, no se resignan. Volverán hoy mismo. Quizás eso explique el fenómeno popular inigualable que expresa el fútbol.